Espacio Vocacional – Aprender a elegir

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La Lic. Liliana Varsallona para el Suplemento del Diario La Nación

¿Qué querés ser? La pregunta que ya no es conveniente hacer

Qué querés ser cuando seas grande?» Lo que era una de las típicas preguntas que los adultos solían hacerles a los más chicos, ahora es cuestionada por muchos especialistas y hasta la desaconsejan. Que los tiempos han cambiado no hay dudas. Porque lo que parecía ser una inocente pregunta o un simple disparador para sacar un tema de conversación trivial, hoy se ve como inadecuado o poco conveniente para hacerles a los más pequeños, que están lejos de contar con las herramientas necesarias para contestarla.

 

«No tiene sentido, es una pregunta que los chicos no están preparados ni tienen información suficiente para contestar y eso puede generarles cierta ansiedad -plantea la psicopedagoga Elvira Giménez de Abad, autora de varios libros sobre educación y crianza-. Además, hay carreras relacionadas con la tecnología que todavía ni siquiera existen, que van a surgir en los próximos 5 o 10 años, lo cual la vuelve un sinsentido. Es una pregunta que no corresponde hacerle a un niño pequeño, por más inocente que parezca», asegura la especialista.

 

Para ilustrar lo poco conveniente que es preguntarle a un niño pequeño qué será de adulto, Flavia Sotelo, psicóloga y directora de la filial San Isidro de la Escuela Latinoamericana de Coaching, narra lo que ocurrió con su hijo Joaquín, de 8 años. «Hace un tiempo en el colegio le hicieron esa pregunta. Y Joaquín contestó que quería ser feliz. Cuando le dijeron que dijera algo relacionado a una profesión él dijo que era un nene y que no quería pensar en eso porque todavía era un chico. La pregunta lo amargó, llegó a casa y me dijo: ‘No sé qué quiero y no quiero pensarlo ahora’. Su respuesta me pareció maravillosa. El problema y las ansiedades las tenemos los adultos. Preguntarle eso a un chico es violentarlo», sostiene Sotelo.

 

Además de crearle cierta ansiedad al niño y, en el mejor de los casos, provocar una respuesta de compromiso, otra de las principales críticas tiene que ver con lo que subyace detrás de ese interrogante. Para muchos, obliga a los niños a definirse en términos de trabajo y eso limita su campo de acción. Además, la identidad asociada a una profesión, tan arraigada entre los de más de 40, es algo que dejó de ser lo único importante para los jóvenes de ahora y más aún para los de mañana, que probablemente aspiran a cosas más relevantes que estudiar una carrera y trabajar ejerciendo su profesión, algo que han visto en sus padres y pocos están dispuestos a imitar. Viajar, disfrutar de los placeres de la vida y hacer cosas para cambiar el mundo suelen encabezar la lista de metas y deseos a alcanzar para las nuevas generaciones y sus aspiraciones profesionales muchas veces están vinculadas con eso. En una reciente encuesta realizada por la consultora Adecco sobre las aspiraciones laborales de la generación Z, 6 de cada 10 jóvenes desean trabajar en una empresa que priorice el cuidado del medio ambiente, la igualdad de género, la alimentación saludable y la protección animal. Y 8 de cada 10 le darían prioridad a una empresa que les permita viajar o que tenga oficinas en otro país para poder vivir la experiencia de trasladarse por trabajo.

 

Incluso, la pregunta es cuestionada por muchos porque equipara el éxito a una profesión y no a otros objetivos personales como formar una pareja o familia o ser una buena persona. «Cuando usamos un empleo o profesión para definirnos, nuestra valía está puesta en lo que logramos», plantea el psicólogo organizacional Adam Grant en un reciente artículo publicado en The New York Times. Y agrega: «Soy un convencido de que preguntarle a un niño qué quiere ser de grande lo perjudica», asegura el especialista norteamericano después de analizar cientos de casos en los que ser exitoso en una profesión no necesariamente vuelve felices a las personas.

 

Encontrar un propósito

Sotelo, que hace tiempo desistió de hacer orientación vocacional porque «arroja un resultado y no un proceso», agrega: «No sirve de nada preguntar qué querés hacer. La pregunta, en todo caso, debería ser quién querés ser, qué tipo de persona. La otra es un pregunta antigua, que viene de un paradigma anterior en el que la profesión definía a una persona. Pero cuando ponés todo tu valor en el saber y en el tener hay un problema porque ninguno de los dos te asegura felicidad.»

 

En este sentido, plantea Sotelo, el desafío como padres es escuchar a los hijos y ayudarlos a descubrir sus intereses. «Distinguir qué les gusta y qué no. Más que ayudarlos a elegir una carrera, hay que orientarlos a elegir un propósito, que as algo mucho más grande que una carrera. Por ejemplo, mi propósito era ayudar a las personas, estar cerca de ellas. Estudié psicología, después coaching, más tarde PNL… El propósito puede ser comunicar o ayudar al planeta… No se trata de la carrera que vas a estudiar, sino del propósito que te trazás», destaca una de las directoras de la Escuela Latinoamericana de Coaching.

 

De todas maneras, la psicopedagoga Giménez de Abad sostiene que a determinada edad la cuestión vocacional debería empezar a plantearse en casa y en la escuela también. «Hay que empezar a pensar en la vocación promediando la secundaria, que es cuando empieza a trabajarse en los colegios. Y un primer corte se hace cuando se pasa de la primaria a la secundaria, donde ya se decanta por una escuela técnica o un bachillerato. Pero todavía siguen siendo chicos como para hacerles un planteo de ese tipo. Si hay que darles las herramientas para que puedan empezar a hacerlo, observar si tienen un interés particular, si preguntan o sacan ellos el tema, escucharlos. A veces los padres no saben cómo ayudarlos porque no se toman el trabajo de escucharlos», sostiene.

 

Por su parte, la psicóloga Liliana Varsallona, una de las directoras de Espacio Vocacional, que brinda orientación vocacional a jóvenes y adultos que buscan reorientar su carrera, describe que hoy, a diferencia de lo que pasaba antes, los chicos llegan con una multiplicidad de intereses. «Lo primero que indagamos es acerca de sus sueños y deseos y hacia ahí apuntamos -comenta-. El trabajo que hacemos es que ellos puedan ir construyendo su proyecto de vida teniendo en cuenta que seguramente lo van a ir modificando y reeligiendo. Lo que intentamos es que entiendan que las carreras no son cerradas y se puede abordar un mismo tema desde distintas carreras. Lo que estudiás no define necesariamente un único lugar o ámbito de trabajo. Las posibilidades son abiertas, dinámicas. Y el deseo es algo muy importante», sostiene Varsallona.

 

En este sentido, el deseo de trabajar en algo que sea «útil» al planeta o la sociedad también está muy presente. «Es una motivación en varios chicos. Los jóvenes tienen mayor conciencia de la importancia del cuidado del planeta y muchos intereses están volcados al medio ambiente. También muchos fantasean con la idea de ser emprendedores: hay mucha creatividad y muchos vienen con idea de emprender. El problema es que quieren todo ya y saber que eso puede llevar tiempo los angustia», comenta la especialista.

 

Pero no presionarlos con preguntas que todavía no están preparados a contestar no significa que no se pueda hablar del tema. Tal vez, en lugar de preguntar «¿qué querés ser de grande?» conviene empezar por lo más simple: «¿qué te gusta, qué te causa placer, qué te hace feliz?»; por eso, para Sotelo las habilidades emocionales son la base. «Todos estudian más o menos lo mismo, pero lo que nos diferencia de los demás no es el qué sino el cómo aplicamos los conocimientos. Saber trabajar en equipo, relacionarnos con los demás. Eso es lo que hace la diferencia».

 

Por: Laura Reina

28-06-2019

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