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Mucho más que un hobby

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Carrera profesional

Scióloga y bailarina. Crítico de cine y maratonista. Flebólogo y cantante. Licenciado en Sistemas y competidor de regatas en categoría láser. Ingeniero químico y chef. Empresario textil y rocker. Una persona, una identidad y un bonus track que da sentido a la vida. Una válvula de escape que genera bienestar, supone un reto personal y, aunque algunos le asignen el mote de hobby, llega a niveles de profesionalización extrema. Según los expertos en psicología y sociedad, el ser humano duplicó su expectativa de vida en el último siglo y, paradójicamente, «la vida nunca nos pareció tan corta». Por eso, a este individuo de una cultura posmoderna, un ser humano con mayor conciencia de su finitud, su individualidad y con deseos de explorar, ya no le basta con un solo proyecto asociado al desarrollo de una profesión y la familia; no se contenta con un unívoco rol social que lo represente. «Así como hace 50 años la diversidad podía ser vista como algo negativo, hoy tener gustos personales y poder desplegarlos es un rasgo que suma. No se mira con extrañeza a quien se apasiona por una actividad que no tiene nada que ver con su carrera. Más bien todo lo contrario. Destacarse en más de una faceta es una competencia positiva -dice la psicoterapeuta cognitiva María Laura Santellán, docente de la Universidad Abierta Interamericana (UAI)-. Asumir un hobby, perfeccionarlo y dedicarle tiempo es un signo actual de plenitud.» Así, por ejemplo, dependiendo de los anteojos con los que se mire a Ángeles González Vivo, de 28 años, la estampa muta entre la sociología y la danza. Ella cuenta que, al terminar el colegio secundario, «comenzaron a interesarme las cuestiones referentes con la sociedad, las relaciones humanas, la incidencia de lo cultural y lo social en nuestros pensamientos y acciones, y encontré un marco a todo eso en la sociología». Pero baila desde los 5 años y, al no poder decidirse por ninguna de las dos cosas de forma «exclusiva», hoy su vida alterna entre las clases de danza y un taller de reflexión y debate con chicos de 4° año con los que está preparando el programa Jóvenes en acción, por radio Cultura.

Un fenómeno de época que representa, según Guillermo Olivetto -especialista en sociedad y consumo-, una concepción general de la identidad. «No sólo está socialmente aceptado, sino que se transforma en valor. La identidad cobra sentido con esa nueva faceta, se nutre y además de generar bienestar y placer, el despliegue de ese nuevo talento te convierte en alguien mucho más atractivo hacia afuera, hacia la mirada del otro», afirma.

 

Santiago García, de 44 años, nunca dudó que llevaría su pasión por el cine a una profesión con la cual ganarse la vida. Trabajó toda su vida como crítico cinematográfico, un oficio que ama. Pero hace algunos años, el running lo nockeó ante la pantalla grande. Tanto que hoy su prioridad es viajar por el mundo y correr. Aun así, jamás dudó sobre su vocación. «Nunca imaginé hacer otra cosa y eso que cuando yo empecé, en la década del 80, no existían ni las escuelas de cine», asegura. ¿Y el amor por el running? «Me gustaba salir a correr de vez en cuando. La vida de un crítico cinematográfico es bastante sedentaria, un trabajo intelectual, horas y horas sentado en una butaca, otras tantas frente a la computadora, y el texto. Pero mi vida cambió de forma abrupta en 2009, cuando corrí mi primera carrera», confiesa. El hobby adquirió protagonismo, y la dedicación fue sumando horas y profesionalización. Podría decirse que García hoy forma parte de la «elite de los runners amateurs»: corrió las seis maratones más importantes del mundo, y en el último desafío, en Tokio, llegó a la meta entre el 2% del pelotón que lideró la carrera. «Detrás de los atletas de elite», desliza con una sonrisa.

 

Pero intacta su pasión por la escritura, García trasladó el hobby al terreno del oficio y se transformó en el autor de uno de los best sellers sobre la materia, Correr para vivir, vivir para correr, publicado por la editorial Debate. Luego escribió un segundo libro y ahora va por un tercero. «Los dos primeros han sido el acto laboral más satisfactorio de toda mi vida», sentencia. Y entonces: ¿cuál va primero? ¿El cine o el running? La pregunta, formulada hasta el hartazgo, «es tonta», dice el crítico-runner. «Pero si llega una propuesta de trabajo que me impida viajar para participar de una carrera es historia, la rechazo.»

 

Como psicoanalista, Susana Mauer entiende que «la capacidad para descubrir un hobby y la disposición para sostenerlo es considerado, en una evaluación psicológica, como un recurso yoico importante. Aquellos sujetos que se interesan, se ocupan y despliegan actividades ligadas a gustos personales tienen menor propensión a padecer estados depresivos, de apatía y sin sentido».

 

Le atribuyen a Confucio el popular refrán: «Encuentra una ocupación que ames y no tendrás que trabajar un solo día de tu vida». Si eso sucede, y como dice Alejandro Melamed, especialista en recursos humanos, «si trabajamos de lo que nos apasiona y, además, nos pagan una compensación acorde», entonces estamos en el mejor de los mundos. No es la situación más habitual, pero algunos tienen esa dicha y, sin embargo, un solo rol en la vida no les resulta suficiente. No alcanza. Para Olivetto existe, en muchos de estos casos, un elemento clave que corta transversalmente el fenómeno: «La presión cotidiana es tan fuerte, sobre todo quienes tienen una gran exigencia laboral y cargos de mucha responsabilidad, que hay que poder conectar y desconectar, y el hobby es una excelente válvula de escape», afirma.

 

Pero si es una válvula de escape?, ¿no es contraproducente llevarlo a un alto grado de profesionalismo, convertirlo casi en un trabajo? «Me pagan por cantar, pero lo haría de todas maneras así no cobrara un peso. La vida es muy corta para una sola cosa. Sería muy miserable. Yo creo que la gente necesita el multitasking de felicidad, y llevar un hobby a lo más alto reporta satisfacción, plenitud», opina el médico Pablo Bañares, que alguna vez pensó que el músico podría jugarle en contra al doctor. Sin embargo, cuando liberó su faceta artística, el cantante potenció su costado clínico. «Ahora, cuando termino de cantar, la gente se acerca y me dice: «Te quiero ir a ver al consultorio». Tengo muchas más pacientes que antes», confiesa este médico flebólogo, especializado en mesoterapia y medicina estética, que estudió medicina como su padre, hizo la especialización de flebología en el Hospital Italiano, la de nutrición en la Favaloro, la de medicina estética en la Kennedy y la de mesoterapia en Bordeaux, Francia. Claro que también da shows en el Faena y en eventos privados, tiene varios discos editados y se considera un inspirador entre amigos, y colegas. «Soy un gran disfrutador y tengo varios proyectos más en camino, uno multimedia y otro literario», dispara.

 

Vivimos más, pero el día tiene las mismas 24 horas que en el siglo pasado. Planificación mediante, los fanáticos de su hobby aseguran que es posible. «Me levanto, hago una minirrutina de yoga y una meditación. Después desayuno, arranco con clase de canto a la mañana, me dedico a estudiar. Tipo 11.30 termino con todo eso, me voy a la oficina y a la fábrica a dirigir el departamento creativo de Key Biscane -detalla Nico Cuño, uno de los dueños de la marca e integrante de la banda Los Echeverría, ganadora del premio banda revelación en la última edición del Cosquín Rock-. A las 18 corto. Me voy a entrenar y más tarde a ensayar. Y no descuido el tiempo que comparto con mi familia.»

TIRONEOS Y DICOTOMÍAS

Sin embargo, muchos reconocen las contradicciones, la fricción con el entorno, el tira y afloja interno y el reclamo de los íntimos. «Si bien la vida contemporánea nos entrena para la multiplicidad y la diversificación, no nos libera de los propios tironeos -en general culposos, cuando no estresantes- a la hora de elegir. A veces tenemos que convencernos a nosotros mismos de que el paradigma de la productividad con el que todos crecimos no es ni único ni hegemónico», apunta Mauer.

 

Ángeles González Vivo, con su rodete, su maillot de ballet y las zapatillas de danza, camina por el salón con pisos de madera, espejo y barra fija, y retruca: «No fue fácil para mí en estos últimos diez años tener esta doble vocación, me costó esa dicotomía, esa ambigüedad como algunos le llamaban. Pero creo que hemos evolucionado, es vieja la idea de tener que elegir una carrera a los 18 años y hacer eso toda la vida. Son cada vez menos los que ven con ojos extraños la posibilidad de formarse en distintos lenguajes. Yo soy feliz de poder trabajar en ambas disciplinas. Y me animo a decir, tal vez, que mi hobby hoy pasa más por la socióloga intelectual que por la bailarina».

 

«La segunda carrera». Así denomina Melamed a un fenómeno del que suelen ser protagonistas aquellos que, alrededor de los 50 años, deciden emprender un nuevo desafío. Algo que, como coinciden todos los expertos, no existía hace algunas décadas. Se trata de un hobby que, seguramente, será más acorde con los gustos actuales, deseos postergados o necesidades. «Compartir con amigos o familiares esa nueva actividad ayuda a ser perseverante. Y la flexibilidad para reconocer que es un hobby y que no tiene que competir con nada ni ser trascendente es un factor clave para el disfrute», aconseja Gloria Cassano, directora de la consultora homónima.

 

Juan Carlos, a sus 63 años, y luego de una exitosa carrera como ingeniero químico y advisor de una importante empresa petrolera, está a seis meses de terminar sus estudios como profesional gastronómico. Cocinar es su gran placer. «Me anoté en el instituto porque quería hacer la pasta como la hacía mi mamá, que era italiana. Es una forma de tenerla conmigo y de expresar mi amor por los demás. Me comprometo con un hobby como con todo lo que me gusta, al máximo de mis posibilidades, buscando formarme de la mejor manera posible y con un alto grado de exigencia», reconoce.

 

Aire libre, en contacto con el agua, haga frío o calor. No importan las condiciones meteorológicas. Hernán Di Chello, licenciado en sistemas, director de desarrollo de Mercado libre y competidor de láser (embarcación de vela ligera), resume lo que su hobby significa: «Le dedico cada vez más tiempo porque cuando salgo a navegar soy feliz».

 

Por Soledad Vallejos | LA NACION